He escuchado a mamás decir que les gustaría desescolarizar a sus hijos, pero que ahora ya es demasiado tarde para tomar esa decisión. Cuando les pregunto qué edades tienen sus hijos, la mayoría me han dicho que menos de doce años.

¿Eso es tarde?

Mi experiencia en la escuela fue un sufrimiento continuo para mis papás. Cada inicio de año, la separación del primer día era una tortura para mí y para ellos. Mi mamá se iba llorando, convenciéndose a sí misma de que eso era lo correcto y de que así las cosas debían ser, por mi propio bien.

Afortunadamente los mayores incidentes que sufrí no fueron nada comparados con lo que a veces oímos que sucede en las escuelas. Yo solamente a veces tenía problemas con los maestros; a veces con las tareas; a veces con los compañeros; y a veces me enfermé por la presión. Creo que me costaba trabajo adaptarme al sistema.

Cuando llegué a la secundaria, la relación con mis papás y mis hermanas se debilitó notablemente. Casi no hablábamos y había muchos pleitos. Cada una de nosotras teníamos nuestra propia vida y pasábamos la mayor parte del día en la escuela, o haciendo tareas o platicando con nuestros amigos. Convivíamos muy poco tiempo como familia. Y si llegábamos a hacerlo, estábamos todas malhumoradas.

En las vacaciones de invierno para pasar al sexto semestre de prepa, no recuerdo por qué, tuve un acercamiento con mis papás. Mis hermanas seguían yendo a la escuela (porque en secundaria no hay vacaciones de cambio de semestre) y yo estaba sola con mis papás en la casa. Platicamos mucho y disfruté mucho de ese tiempo. Cuando regresé a la escuela después de ese acercamiento, y debido a algunos problemas con maestros y compañeros, esos últimos meses en la prepa fueron casi insoportables. Todos los días cuando me llevaban a la escuela, casi llorando, les rogaba a mis papás que ya no me llevaran. Podía ver la impotencia en los ojos de mi mamá, deseando poder hacer algo más que solamente animarme a terminar los últimos días.

Finalmente terminé la prepa y decidí que quería estudiar diseño gráfico. Entré a la facultad y me sentía emocionada por mi carrera y por lo que estaba aprendiendo, aunque estaba saturada de tareas y trabajos. Casi no dormía y me la pasaba todo el día en la escuela o sentada en mi restirador. Dos o tres meses después de haber comenzado, mis papás supieron por primera vez acerca de educación en casa. Por fin, después de quince años, desde el primer día que me dejaron llorando en el kínder, tenían en sus manos una alternativa viable para dejar atrás la escuela. Lo platicaron entre ellos, y después, nos dijeron que habían tomado la decisión de sacarnos de la escuela.

Fue una mezcla de sentimientos para mí. Por un lado quería tener una carrera, y por el otro, anhelaba estar cerca de mi familia. Después de platicar mucho y de ver que su única motivación era buscar lo mejor para nosotras, me cautivó la idea de que el lugar en donde invirtiera todo mi esfuerzo, mi dedicación y mi tiempo era donde estaría mi corazón, así que decidí que quería que ese lugar fuera mi hogar, con mi familia.

Los primeros meses fueron catárticos. En ese tiempo descubrí que no conocía a mis hermanas, y fue toda una experiencia reencontrarme con ellas. Teniendo que pasar las veinticuatro horas bajo el mismo techo, era imposible no convivir, así que las fricciones no se hicieron esperar. Nos dimos cuenta de que teníamos resentimientos y amarguras sin resolver desde la infancia, y si íbamos a vivir tan juntas, era mejor que de una vez arregláramos todo. Ese primer año fue el de mayor sanidad para nuestros corazones. Seguido nos desvelábamos platicando, llorando, pidiéndonos perdón. Les confesábamos secretos a mis papás y les pedíamos perdón. Nuestros lazos se fortalecían cada vez más, hasta que se volvieron irrompibles.

Durante ese tiempo fue cuando más aprendí, en todos los aspectos. Aprendí las destrezas que se necesitan para administrar un hogar. Aprendí que las materias que había odiado en la escuela, como matemáticas o inglés, tenían su atractivo y sobre todo, su utilidad en la vida. Descubrí que me encantaba aprender y que podía aprender cualquier cosa que yo quisiera, sin necesidad de que nadie me dijera que tenía que hacerlo. Aprendí a ser disciplinada para establecer mis propias metas y disfruté el gozo de alcanzarlas. En ese tiempo aprendí solfeo, guitarra, inglés, diseño gráfico, gramática española, gramática griega, computación, cocina, costura, técnicas de enseñanza, historia, edición de video y mucho más, por motivación propia. Descubrí nuevas pasiones que no sabía que tenía, como el amor a la lectura, a la comunicación escrita y al lenguaje en general. Aprendí que con actitud es posible adquirir cualquier destreza, pero sin ella, todas las destrezas son inútiles. Aprendí a complementarme con mis hermanas, y juntas participamos en muchos proyectos como un equipo, beneficiando a muchas personas.

Finalmente, en el aspecto académico aprendí mucho de mi carrera por mi propia cuenta y muchas otras habilidades que no tenía planeadas. Sin embargo, eso no fue lo más importante.

familia

Lo más valioso fue que recuperé la conexión con mi familia

Durante esos ocho años, claro que hubo días difíciles en los que no teníamos una actitud dispuesta; días en los que estoy segura, mi mamá se cuestionaba lo que estaba haciendo y si debería continuar o no. Sin embargo, la actitud firme y congruente de mis papás fue la clave de nuestra permanencia. Siempre se mantuvieron constantes, amándose entre ellos, amándonos a nosotras, sosteniéndonos, firmes en sus ideales, sin titubear. Esos años de mi juventud fueron un parteaguas en mi vida. Fueron años duros de prueba, de crecimiento, de mucho aprendizaje y de unidad entrañable. El mejor regalo que mis papás me pudieron dar.

Si mi mamá hubiera pensado que a mis dieciocho años esta decisión era demasiado tarde, no estaría aquí, escribiendo esto. No pienses en calendarios ni en programas ni en edades. Piensa en tu hijo y en su corazón. Estás a tiempo de darle un regalo que puede cambiar el rumbo de su vida.

Nunca es demasiado tarde

No dejes de leer la entrevista que les hice a mis papás, y la que les hice a mis hermanas, en donde cuento más detalles de nuestra historia.

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AprendizajeSupraescolar.

24 comentarios sobre “Nunca es demasiado tarde

  1. Saludos Priscila! El testimonio de tu mami en ntra casa es recordado por la unidad que uds cpmo hermanas tuvieron al realizar una cena sencilla para tus papas en un aniversario, las peripecias para realizar un licuado de plátano..Lo llegamos a escuchar hace años en Sañtillo..Fue una desicion de valor y que si ahora uds.lo aprecian claro que es de ánimo para otros que piensan que ya se fueron los años de infancia para rectificar.. Lo compartimos antes en audio, ahora un texto tuyo tambien. Un fuerte abrazo Pris!
    Gracias por la aportacion que haces en tu blog.

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