¿Qué es el Déficit de Atención?

Según Wikipedia, es un trastorno del comportamiento caracterizado por distracción moderada a grave, periodos de atención breve, inquietud motora, inestabilidad emocional y conductas impulsivas.

En mis propias palabras, es la actitud de niños llenos de energía que quieren descubrir el mundo que los rodea, cuestionarlo todo, tocarlo todo, entenderlo todo. Les cuesta trabajo permanecer quietos durante mucho tiempo porque sienten que se les va la vida y no quieren perderse nada. Quieren aprender a su propio ritmo y a través de lo que les interesa, no de lo que les dicen que tienen que hacer.

Son altamente creativos y esa creatividad los lleva a descubrir formas distintas a las convencionales para resolver problemas, lo cual les resulta desfavorable cuando están en la escuela, porque allí sólo existe una forma correcta de hacer las cosas y ésa es la que dicta el sistema. Son niños muy hábiles y por lo general, terminan su trabajo más rápido que los demás, lo que los deja ociosos y dispuestos a meterse en problemas en el salón. Son niños que responden a la atención directa y personalizada por parte de un adulto genuinamente interesado en ellos y en sus intereses personales.

Hace unos días me compartieron este video, que creo que expresa muy bien lo que un niño diagnosticado con Déficit de Atención podría estar viviendo:

¿Un mito?

Algunos especialistas afirman que este trastorno es un mito; entre ellos, el Dr. Thomas Armstrong, quien en su libro «The myth of the ADD child» (El mito del niño con TDA) escribe al respecto:

«…¿Qué les sucede a los alumnos en esta tierra baldía de hojas de ejercicios? La verdad es que la mayoría aprenden a adaptarse y a ser pasivos y pueden incluso dar la impresión de ser estudiantes muy exitosos. Otros niños, incapaces de digerir la dieta sosa que se les presenta a diario en el aula, empiezan a decaer en logros pero mantienen más o menos las apariencias. Finalmente, existe un grupo de niños totalmente incapaces de continuar la pantomima, más que nada porque su modo original de aprender choca fuertemente contra la manera estrecha como las escuelas enfocan el aprendizaje. En los últimos años, estos niños se han ganado un par de calificativos injustos: se ha dicho que tienen “dificultades de aprendizaje” y “déficit de atención e hiperactividad…

No solamente lo he visto suceder, sino que he participado en él. A pesar de mis mejores intenciones e ideas sobre educación, me he encontrado una y otra vez atrapado en el engranaje de un sistema que tiene vida propia y que busca convertir a los niños en mercancía defectuosa que hay que devolver a la sección de reparaciones. En la clase corriente, es probable que a los demás no les vaya mejor. Obligados a abandonar sus patrones originales de aprendizaje, sus dones, talentos e intereses, rápidamente se someten a una nueva manera de aprender que se basa en símbolos abstractos en lugar de imágenes vivas y en tareas rutinarias en lugar de juegos dinámicos. Su nueva vida en este estéril ambiente trae a la mente lo que el mismo Kafka dijo de la educación de su tiempo: “Probablemente toda la educación no sea sino dos cosas: en primer lugar, detener de un golpe la impetuosa acometida del ignorante niño sobre la verdad, y segundo, la iniciación paso a paso, suave e imperceptible, del niño humillado en la mentira”».

En relación con el síndrome de déficit de atención, Bonnie Cramond, profesora de psicología de la Universidad de Georgia y quien hace investigaciones sobre la creatividad, escribe:

«Existen tantas similitudes en las descripciones del comportamiento creativo y el comportamiento TDAH (Trastorno por déficit de atención e hiperactividad) que es preciso preguntarse si se tratará de fenómenos sobrepuestos».

Desde mi punto de vista, casi podría asegurar –al igual que el Dr. Armstrong– que este trastorno no existe y que más bien los niños necesitan espacio para moverse y sobre todo, atención por parte de los adultos. Pero por supuesto, yo no puedo afirmar eso porque me faltan muchos conocimientos y es un tema muy delicado. Además, no dudo que en algunos casos sea un trastorno real que verdaderamente tenga orígenes neurológicos, y entiendo lo difícil que puede ser para quien lo padece o para quien tiene un hijo que lo padece.
Sin embargo, sí creo que las prácticas escolares, donde las formas muy particulares para aprender de cada niño se pasan por alto día a día, y  la falta de atención cuidadosa por parte de un adulto significativo en su vida, constituyen una gran parte de este problema.
También creo que a través de un cuidado diligente y comprensivo de sus características especiales, ese niño tiene grandes posibilidades de florecer y de desarrollar su potencial único.

Yo misma tengo la fortuna de ser la madre de un niño inquieto a quien le cuesta mucho trabajo quedarse quieto escuchando, pero que puede pasar horas concentrado en lo que le apasiona, que es muy curioso, creativo, aventurero, detallista y que posee una gran habilidad para percibir y responder a los sentimientos de quienes le rodean. En vez de verlo como un problema, lo veo como el privilegio de tener en mis manos la oportunidad de encauzar un potencial sobresaliente.
Y quién sabe… tal vez las madres de estas personas también pensaron así:

…sé que casi todos fueron diagnosticados con Déficit de Atención o algo similar, y varios de ellos fueron educados en casa por sus propios padres.

Antes de pensar en una educación especializada para tu hijo o en medicarlo, considera el pasar más tiempo con él escuchándolo, hablándole de tu corazón e involucrándote en su vida. La conexión es una herramienta poderosa en las manos de un padre genuinamente interesado.

Si deseas conocer más sobre
este estilo de vida,
no te pierdas mi libro:
AprendizajeSupraescolar.

21 comentarios sobre “Déficit de atención: ¿Un mito?

  1. Felicidades a todos los padres que entienden cual es su papel en el desarrollo y educación de sus niños.
    Reconozco que en general la educación tradicional, sea oficial o privada sigue siendo castrante. Se le suma además el desconocimiento de las metodologías adecuada para cada área. Lo que resulta es desalentador. Los niños se aburren, los etiquetan, se les juzga de inútiles y en el peor de los casos se les expulsa.
    El compartir tiempo de calidad con nuestros niños nos permite platicar, observarlos y saber hacia donde dirigirnos cuando notamos que tienen una necesidad más específica.

    Me gusta

Replica a Anonymous Cancelar respuesta