Tengo tres pequeños que nacieron en 2006, 2007 y 2009.
Entre el primero y el segundo hay un año y cinco meses, y entre el segundo y el tercero hay un año y nueve meses. Haber planeado mis embarazos tan seguidos ha sido una de las mejores decisiones que he tomado, aunque claro que tener tres hombrecitos tan seguiditos que no van a la escuela y están conmigo 24/7 también ha sido un reto muy grande.

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Cuando salgo a la calle con los tres niños, la gente se me queda viendo y nunca falta quien me pregunte con un tono de mucho asombro: «¿Los tres son tuyoooooos? ¿cómo le haces con treeeeees?», como si ninguna de esas personas hubiera tenido más de tres hermanos ¡o hijos! Muchas de esas personas son señoras grandes.
Pero ahora, ser madre de más de dos hijos es considerado toda una hazaña, cuando en la generación pasada, una familia de menos de seis hijos era pequeña.

¿Cómo le hago para tener a mis tres niños conmigo todo el día, sin empleada doméstica y sin mandarlos a la escuela?

Aunque es un trabajo bastante arduo y agotador, me siento contenta, satisfecha y motivada.
Por un lado, estoy convencida de que éste es mi lugar y que éste es el trabajo más importante que puedo estar realizando en este momento de mi vida, por lo que no me siento frustrada ni anhelando otra vida que no sea ésta. Y por otro lado, aunque en la casa hay tres niños de 5, 4 y 2 años que no van a la escuela, nuestra rutina diaria es armoniosa, no caótica –¡y vaya que se siente su energía llena de testosterona!
Cada noche, cuando finalmente puedo poner la cabeza en la almohada, me siento satisfecha, feliz de no solamente haber terminado «un día más», sino de haber avanzado en algo muy valioso que estamos construyendo.

Uno de los factores que me permite tener días armoniosos en vez de caóticos, es el tipo de relación que tengo con mis hijos. A mi parecer, la palabra que mejor podría denominar el tipo de relación que tenemos mis niños y yo es de atención.

La atención nutre el alma y desvanece el caos

En alguna ocasión leí que los niños tienen un tanque de atención que debe mantenerse lleno.
Cuando su tanque se está vaciando, comienzan a dar señales. Están ociosos buscando qué travesura hacer, se ponen inquietos, interrumpen, hacen berrinches… No se están portando mal, simplemente necesitan la atención directa de un adulto.
En varias ocasiones he tenido la oportunidad de ver a un niño con estos síntomas en alguna reunión, en el consultorio, en la biblioteca… La mamá le repite que se calle, que se ponga en paz, que se baje de allí, pero sin dejar de hacer lo que esté haciendo –leyendo una revista, hablando con el doctor, platicando con otra mamá… Si me acerco hasta donde está el niño, lo miro a los ojos, le sonrío y comienzo a platicar con él, en unos minutos se convierte en mi amigo y en mi más fiel seguidor. Si le pido que nos sentemos o que guardemos silencio o que leamos un libro juntos, lo hará gustoso.

Cuando los niños reciben atención, también la dan. No tienes que andar repitiendo todo mil veces y tampoco tienes que correr detrás de ellos porque se te escapan en el parque o en el centro comercial. En la casa se siente paz y orden porque al no tener la necesidad de ponerse a hacer travesuras o alboroto para demandar tu atención, los niños se ocupan en actividades productivas.

Un niño que recibe atención es un niño que entiende cuál es su lugar en cada momento, y se muestra tranquilo, seguro y feliz.

Para mí, dar atención significa:

1. Mostrar verdadero interés

Cuando alguien realmente te interesa, deseas saber qué quiere, qué necesita, qué piensa, qué anhela, por qué actúa así, qué le causa miedo, emoción, risa. Claro que nuestros niños nos interesan, pero a veces es difícil demostrarlo con nuestras actitudes y acciones. Para que tu niño sepa que realmente es importante para ti, él debe sentir que tú siempre estás disponible para él.
Cuando te hable, deja de hacer lo que estés haciendo y presta atención. No le muestres molestia por llamarte o por causarte trabajo extra. Si estás realmente ocupada y no puedes atender, explícale que en cuanto dejes de hacer eso le prestarás toda tu atención, y no te tardes más de cinco minutos en hacerlo.

2. Enseñarle a escuchar tu voz

Muchos niños no saben escuchar la voz de papá y mamá porque lo que oyen todo el tiempo son gritos, amenazas o repeticiones interminables. Los niños entonces se «bloquean» y ya no escuchan cuando se les habla.
Tus palabras deben transmitir seguridad y dirección. Escoge muy bien las palabras para explicar claramente lo que sucede a su alrededor, lo que va a suceder y lo que esperas que tu hijo haga. Toma el tiempo para explicar y dirigir, sin regaños ni gritos, con tranquilidad y cariño.

3. Escuchar

Como adultos no siempre es fácil escuchar a los niños. Su lentitud y falta de coherencia al articular ideas muchas veces nos empuja a terminar sus frases o a completar el mensaje que creemos que quieren decir, y eso puede ser muy frustrante para ellos.
Mostrar atención significa guardar silencio para escuchar pacientemente sin presionar, apurar o adelantarnos para tomar la palabra.

4. Hacer comentarios acordes

Lo que respondamos después de haber guardado silencio para escuchar debe mostrar que realmente entendimos lo que nos dijeron y no solamente contestar instintivamente «mm, qué lindo», «oh, qué interesante» sin siquiera saber de qué nos están hablando.
Hacer preguntas inteligentes le muestra a un niño que realmente lo estás escuchando y te interesa su tema de conversación.

5. Hacer contacto visual

Una de las cosas que más disfruto de platicar con un niño es observar sus ojos grandes, brillantes, llenos de entusiasmo y curiosidad. Ver a los ojos cuando hablas y cuando escuchas crea una conexión especial con tus hijos. Hacer contacto visual les transmite tu aprecio y tu interés, y a ti te permite ver si realmente están entendiendo o no y si quieren saber más o no.

6. Proveer una rutina que supla sus necesidades

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Tal vez te estés preguntando: «¿pero cómo me tomo el tiempo de escuchar pacientemente y ver a mis hijos a los ojos cuando hay mil cosas que tengo que hacer en la casa?»
Lo sé, yo también soy mamá y sé que por lo general es imposible estar quieta por más de diez minutos seguidos. Por eso, para mí es muy importante tener una rutina que supla las necesidades de los niños de tal forma que su tanque siempre esté lleno y yo también poder dedicarme a hacer mis propias actividades. Los niños tienen diferentes necesidades y es importante darles una rutina variada que mantenga un equilibrio entre actividad física al aire libre, actividades intelectuales, trabajo que los haga sentir útiles y responsables, juego libre, actividades creativas, de descanso, etc.

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Cada mamá debe conocer a sus niños y saber qué necesitan en qué momento y planear actividades con anticipación, antes de que la necesidad sea urgente. En mi caso, ahora que los niños son pequeños (y hombrecitos), necesito planear varias salidas al parque durante el día, para que suplan su necesidad de actividad física al aire libre. Cuando regresan del parque es el momento perfecto para tomar un refrigerio, sentarse a hacer una actividad tranquila o ver un video, y yo también puedo avanzar un poco en mis pendientes. Aquí puedes leer más sobre nuestra rutina diaria.

7. Involucrarlos en las labores domésticas

Incluir a los niños en el trabajo doméstico les da una sensación de pertenencia, de que están siendo útiles y responsables. Las labores domésticas además tienen la característica de propiciar una conexión fuerte entre miembros de la familia, ya que todos deben ponerse de acuerdo para trabajar por un bien común. Poco a poco y según su edad, ve delegando responsabilidades a tus niños. Que el trabajo doméstico sea una tarea compartida y no una obligación que recaiga sólo en ti como mamá.

8. Proveer atención aun cuando yo no pueda darla directamente

Cuando recibimos visitas o salimos a hacer mandados en la calle o tenemos que dedicar nuestra atención completa a algo por mucho rato, es posible que los niños lo resientan. Su tanque de atención comienza a vaciarse y entonces tenemos niños inquietos, cansados, hambrientos, llorones, peleones o traviesos. De nuevo, el problema no es que se porten mal, sino que están pidiendo la atención que no han recibido.
Nosotros podemos suplir esa necesidad de atención aun cuando no sea posible darla directamente explicándoles desde antes lo que va a suceder, dedicándoles un tiempo especial antes del evento, permitiéndoles participar activamente en el evento, preparando actividades especiales para que estén ocupados mientras los adultos conversan, planeando un refrigerio, etc. Lo importante es ser conscientes de esta necesidad continua que tienen los niños y no pasarla por alto.

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Como puedes ver, es cierto que la interacción niños pequeños 24/7 muchas veces atenta contra nuestra salud mental, pero también es verdad que sosteniendo una relación de atención, la carga es mucho más llevadera. Esa relación se establece desde muy temprano, desde el vientre, pero puede retomarse a cualquier edad.

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10 comentarios sobre “Cómo tener a tus niños contigo 24/7 y no volverte loca

  1. Priscila, gracias por la información es muy valiosa y útil. Sin embargo mi caso es diferente, tengo hijo único, mi preocupación al estar iniciando educación en casa es poder lidiar con que logre ser independiente pero al mismo tiempo no se sienta tan solo o tan saturado de pasar tanto tiempo con mamá.

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