Uno de los retos más grandes al considerar esta alternativa, es dejar atrás nuestros propios paradigmas académicos y desescolarizar nuestra mente.

Lety Jiménez, autora del blog CriandoCreando me ha dado la oportunidad de publicar este artículo en su blog como escritora invitada. Te invito a leer mi artículo: “Desescolarizar tu mente es un asunto de confianza”, y aprovecha para darte una vueltita por el blog de Lety e inscribirte, tiene material muy útil.


¿Alguna vez has intentado aprender un segundo idioma?

Te sientes impotente por no entender lo que otros dicen, y mucho más, por no poder comunicar lo que quieres decir. Tienes que obligar a tu cerebro a recordar lo que significan las palabras y a emplearlas en el momento adecuado, sin mencionar el ejercicio constante de entrenar tu lengua y tus labios para producir los sonidos correctos. Las escuelas de idiomas ponen mucha atención en su metodología y en que el orden de sus temas vaya de lo simple a lo complejo. Dedican mucho tiempo de las clases a practicar pronunciación y a corregir errores.

¿Y alguna vez has observado cómo aprende un bebé a hablar?

Lo que más me sorprende es cómo un bebé de dos años puede lograr en unos meses lo que a un adulto puede llevarle años dominar, y sin ninguna instrucción deliberada. Sin clases, sin explicaciones de gramática o sintaxis, sin prácticas de pronunciación, sin evaluaciones y sin “dosificarle” el lenguaje. Simplemente vivimos nuestra vida y dejamos que él nos acompañe y nos observe hablar. Todos tenemos la certeza de que tarde o temprano, a su tiempo, él hablará y lo hará bien.

En su libro “How children learn” (Cómo aprenden los niños), John Holt hace una analogía muy chistosa pero tristemente cierta:

“Supongamos que decidiéramos que tenemos que “enseñarles” a hablar a los niños. ¿Cómo lo haríamos? Primero, algún comité de expertos analizaría el habla y la separaría en un número de “habilidades del habla” individuales. Probablemente diríamos que ya que el habla se conforma de sonidos, primero se le tiene que enseñar al niño a hacer todos los sonidos de su lengua antes de enseñarle la lengua en sí misma. Sin duda listaríamos esos sonidos, los más fáciles y comunes primero y los más difíciles y raros después. Luego comenzaríamos a enseñarles a los infantes esos sonidos, siguiendo nuestra lista. Tal vez, para no “confundir” al niño  (“confundir” es una palabra mala para muchos educadores) no dejaríamos que el niño oyera tantas conversaciones ordinarias, sino que sólo le permitiríamos exponerse a los sonidos que estamos tratando de enseñar. Junto con nuestra lista de sonidos, tendríamos una lista de sílabas y otra de palabras. Cuando el niño hubiera aprendido a hacer todos los sonidos de la lista de sonidos, comenzaríamos a enseñarle a combinar los sonidos en sílabas. Cuando pudiera decir todas las sílabas de la lista, comenzaríamos a enseñarle las palabras de nuestra lista de palabras. Al mismo tiempo, le enseñaríamos las reglas gramaticales para que pudiera combinar estas palabras recientemente aprendidas en enunciados.

Todo estaría planeado, sin dejarle nada a la casualidad; habría bastantes ejercicios de práctica, repasos y exámenes, para asegurarnos de que nada se olvidara. Supongamos que realmente intentáramos esto; ¿qué pasaría? Lo que pasaría, sencillamente, es que muchos niños, antes de que pudieran llegar muy lejos, estarían frustrados, desanimados, humillados y con miedo; y dejarían de intentar hacer lo que se les pediría. Si, fuera de nuestras clases, vivieran una vida de niño normal, muchos de ellos probablemente ignorarían nuestra “enseñanza” y aprenderían a hablar por su cuenta. Si no, si nuestro control de sus vidas fuera total (el sueño de muchos educadores), entonces se refugiarían en el fracaso y el silencio deliberados, tal y como muchos de ellos lo hacen cuando lo que se les quiere enseñar es a leer”.

desescolarizar

Pero, ¿por qué cuando se trata de aprender a hablar sí tenemos la plena confianza de que tarde o temprano el bebé logrará hacerlo sin ninguna instrucción específica? Porque enseñar a hablar no es un paradigma arraigado en nuestras sociedades (todavía), como lo es el de enseñar a leer, escribir, sumar, restar y todo lo demás que se le ha ido ocurriendo al sistema educativo que es necesario enseñar deliberadamente.

Una vez que nos hemos decidido por desescolarizar a nuestros hijos, comienza lo verdaderamente difícil: desescolarizar nuestra mente. No enviar al niño a la escuela no es tan duro como arrancarnos los paradigmas que nos han taladrado en la mente durante toda la vida. La inercia que nos empuja a querer decidir lo que “tienen” que aprender en qué momento y de qué maneras es casi irresistible. Los niños pueden percibir nuestra ansiedad por querer cumplir con los requisitos establecidos por los paradigmas educativos, y esa ansiedad frena y ofusca el avance.

Cuando tenía una fuerte ansiedad de que mi hijo aprendiera a leer y escribir, vi cómo su brillo comenzó a opacarse y comenzó a perder interés por la escritura y la lectura. Meses después de que decidí confiar en su capacidad de aprender de acuerdo a su propia necesidad, comencé a ver pequeños brotes de interés, hasta que finalmente me sorprendió cuando dominó la lectura por completo, guiado por su propio interés.

Al igual que en la crianza con apego, la clave para desescolarizar tu mente es confiar.

La misma cantidad de confianza que tuviste para creer en tu instinto de madre, para suplir cada necesidad de tu bebé de las maneras más naturales, y para creer que tarde o temprano comenzaría a hablar, es la misma cantidad de confianza que requieres para creer que tarde o temprano, también será capaz de aprender todo lo que necesita para abrirse paso en la vida, guiado por su propio interés.

No dejes que los paradigmas de nuestras sociedades viciadas debiliten tu capacidad para confiar en tu intuición y en la de tu hijo. Ármate de valor para soltarte de lo que has estado aferrada y para abrir tus alas hacia la libertad que te permitirá proveer el entorno más favorable para que tu hijo pueda alimentar su curiosidad e interés. La lección más valiosa que puedes darle es la de confiar en su propia intuición y dejarse impulsar por ella para descubrir el mundo.

¿Estás lista para ponerle el ejemplo?

Si has considerado desescolarizar, pero las dudas te llenan de miedo y ansiedad, te invito a seguir aprendiendo más sistemáticamente formando parte de mi comunidad.

3 comentarios sobre “Desescolarizar tu mente es un asunto de confianza

  1. Hola Yvonne! Qué gusto conocerte!! Me puse de seguidora en tu blog apenas, después de leer el post de Laura. Me ha gustado leerte también y saber lo que piensas, sobre todo del unschooling. Mucho gusto! y aquí seguimos en contacto!!

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  2. Es increíble cómo nos dejamos llevar por paradigmas que nos impone la sociedad, la cultura, la tradición, la religión.. cualquier cosa que solo hacemos muchas veces por costumbre, por inercia o porque TODOS lo hacen.Pero qué bueno hacer conciencia de ello, para poder liberarnos de lastres mentales, y no imponer a nuestros niños de los mismos errores en los que vivimos.Y ellos tienen una libertad enorme para aprender sin prejuicios!!

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