En noviembre de 1996, Priscila (yo), Haniel y Cesia, recibieron la noticia de que ya no volverían a la escuela al día siguiente. Desde entonces, su relación con sus padres y entre ellas como hermanas se ha fortalecido profundamente. Además, han desarrollado sus áreas de interés personales y poco a poco han ido logrando sus sueños. A veces tomando cursos o inscritas en escuelas, a veces con maestros particulares, a veces de manera autodidacta, a veces viajando, a veces dando clases, a veces trabajando y ganando dinero.
Sé que no es fácil tomar una decisión así, especialmente cuando los hijos ya son grandes, por lo que pensé que sería ilustrativo publicar una entrevista a mis hermanas y a mí acerca de ese tiempo. Si deseas, también puedes leer la primera parte, con la opinión de mis papás.

¿Qué pensaste cuando tus papás decidieron que ya no ibas a ir a la escuela?

Priscila: Aunque me sentía ilusionada con la idea de estudiar una carrera, estaba comenzando a sentirme muy agobiada porque prácticamente vivía para la escuela. Dormía muy pocas horas y me la pasaba dibujando en mi restirador o en la escuela. El problema no era trabajar mucho, sino hacerlo sin sentido: la mayoría de las tareas no tenían mucho valor práctico y lo que verdaderamente era necesario, como el uso de la computadora, no se veía como hasta el tercer o cuarto semestre. 
En ese tiempo un proverbio no dejaba de resonar en mi cabeza: “donde está tu tesoro, allí estará tu corazón”. Mi tesoro era mi tiempo, mi esfuerzo, mi dedicación, y aunque sí me pesaba no tener una carrera terminada, me atraía mucho más la idea de que mi corazón estuviera con mi familia, por lo que decidí poner todo mi tesoro allí… y no me he arrepentido nunca.

Haniel: Pensé en que era un disparate. Era una idea demasiado loca, pero estuve súper de acuerdo con esa idea… tal vez, porque nunca me gustó ir a la escuela… claro que cuando tuve que asistir al kínder, a la primaria y a la secundaria, trataba de hacerlo pasadero y finalmente me “adaptaba”, pero siempre la odié.  Mi única meta en la vida era ser concertista de flauta transversal. 
Entré directamente a la Escuela de Música de GDL a los 15 años, y a los dos meses, solo había tenido tres clases de flauta transversal y unas cuantas más de clases complementarias. Estudiar por mi cuenta música y flauta transversal no sería todo un reto y desafío, ya que todo lo que sabía tanto de flauta barroca, como lo poco que sabía de flauta transversal, lo había aprendido de forma autodidacta. Desde los 3 años comencé a aprender la flauta barroca por mi misma. Seguir así, no lo veía como un reto, aunque sí tenía la duda de “cómo” lo haría más completo, o cómo terminaría todo eso finalmente. Pero en mi mente solo estaba la flauta y la música. Jamás pensé en las otras áreas… áreas que se convertirían en mi mayor reto y en mi mayor descubrimiento.

Cesia: Yo tenía 14 años. Estaba terminando segundo de secundaria. Realmente toda la primaria fui muy buena estudiante. Siempre estuve en el cuadro de honor.
Mi expectativa sobre lo que tenía que hacer en la secundaria era ser rebelde y enamorarme de algún muchacho, así que, en cuanto entré fue lo primero que hice. El gusto me duró unos cuantos meses. Después de un corazón roto, varias enemistades y malas calificaciones, comencé a odiar la escuela. Logré pasar “de panzazo” primero de secundaria. Para cuando iba a terminar segundo reprobando Geografía e Historia, fue que mis papás tomaron la decisión. 
Realmente para mí fue un gran alivio. Ya no aguantaba la presión de las enemistades y las malas calificaciones. Realmente no tenía una motivación para estudiar. Lo único que sí me detenía era el pensar qué dirían mis compañeros y la incertidumbre de cómo sería mi vida estudiando en mi casa.

¿Qué fue lo más difícil de esta nueva decisión?

Priscila: La convivencia diaria con mi familia. A los 18 años me di cuenta de que mis hermanas y mis papás eran desconocidos para mí. Nos costaba trabajo comunicarnos, organizarnos, hacer labores juntos. Yo no sabía ni cómo lavar un trapeador, y comenzar a aprender lo más elemental sí que fue un reto para mi mamá sobre todo, pero también para mí, especialmente por el cambio de actitud que se requería. Ser dócil, cooperar, vivir en armonía. Eso me costó mucho trabajo.

Haniel: Creo que el comienzo de acoplamiento al nuevo estilo de vida y el desarrollo de ser disciplinada. Sí pensaba a menudo en mis amigos que había dejado, o cómo sería el estudiar en la escuela, pero estaba feliz de estar en mi casa. Lo difícil fue el entrar de nuevo a una disciplina conjunta con mis hermanas y mis papás. Los cinco miembros tuvimos que ponernos de acuerdo para armar cada tarea, disciplina, clase, pasatiempos, etc.. y que pudiéramos funcionar para trabajar juntos, todos bajo el mismo techo. 
Para mí la noticia de “estudiar en casa” fue como una fiesta; pensé en que no habría horarios, en que traería pijama y vería películas todo el día, y de vez en cuando, agarraría mi flauta para practicar. Pero cuando me di cuenta que el estudiar en casa sería muy diferente a la idea que yo tenía, y que aún iba a requerir el que yo cediera mucho de mi tiempo para acoplarme a las actividades como familia, fue donde le batallé. Yo nunca había sido una niña disciplinada; y aunque éramos una familia “unida”, yo tenía un cuarto propio desde los 13 años y me gustaba hacer mis cosas a parte y ser más independiente. 
A veces mis amigos hacían bromas sobre mi estado solitario y ajeno a la familia.  Así que, en esta nueva etapa, cuando mi familia se reunía para platicar, yo prefería estar encerrada en mi cuarto. La re-integración a mi familia fue el mayor de los desafíos al comenzar a estudiar en casa. Muchas veces lidié con la pereza de hacer actividades junto con mis hermanas o papás; o el tener que ceder mi tiempo a solas para estar con mi familia. 

Cesia: Como lo mencioné antes, me importaba mucho el qué dirían mis compañeros de la escuela. Mi papá nos animó a que escribiéramos una carta para contarles sobre nuestra decisión y creo que eso ayudó mucho. Para el tiempo que escribimos la carta había pasado algún tiempo de estar en la casa y comenzábamos a ver los beneficios: mejor relación familiar, otras experiencias que no habríamos tenido estando en la escuela, una vida sin presión… así que eso fue lo que yo escribí y compartí con mis compañeros. Cuando vi a algunos de ellos, me vieron con gusto y me dijeron que se alegraban por mi nueva situación. Eso terminó de liberarme. 
Creo que algo difícil al principio fue la convivencia familiar. Nos dimos cuenta de que no teníamos una buena comunicación con mis padres ni entre mis hermanas y yo. Al principio hubo muchos pleitos y discusiones, pero poco a poco, pudimos superarlo. 
Otra cosa fue la disciplina. El levantarnos temprano o el ser autodidactas al principio fue muy difícil. Yo no estaba acostumbrada a ser responsable, así que tomó un tiempo ver la educación desde una perspectiva diferente: hacerlo porque quería y no porque me lo pedían. 
Mis papás consiguieron unos libros para que yo pudiera terminar mi secundaria y, por mi misma indisciplina, perdí varios años antes de poder terminarla. Después logramos conseguir otro material mejor y mi actitud también había cambiado, así que logré terminar hasta la preparatoria y más adelante, estudié en la universidad. 

¿Por qué crees que este proyecto funcionó en tu familia?

Priscila: Porque mis papás siempre fueron congruentes. Tomaron una decisión y no fue de labios para afuera, sino que se comprometieron de cuerpo y alma. Aunque tal vez tenían dudas, estaban firmes y su prioridad en esta decisión era fortalecer a nuestra familia y ganar nuestros corazones, lo cual nosotras podíamos percibir y eso nos daba seguridad.
Mis papás siempre han reconocido sus errores y nos han pedido perdón por ello. Mi papá es quien toma las decisiones y se mantiene firme. Esa decisión hace que mi mamá quiera seguirlo voluntariamente. Aunque al principio no piensen igual, tienen la disposición de sentarse a hablar hasta que llegan a un acuerdo y siempre caminan en unanimidad.  
Y obviamente, cuando comenzamos a ver resultados, todas estábamos felices y queríamos continuar así.

Haniel: A pesar de que no teníamos muchos ejemplos cercanos de familias pioneras en educación en casa, y no teníamos idea de cómo lo lograríamos, mis papás creían en este proyecto y estilo de vida nuevo. Ver la constancia de mis papás y su firmeza de su decisión para reintegrar a nuestra familia bajo un estilo de vida diferente a pesar de los escasos recursos o falta de luz en el área, fue lo que mis hermanas y yo valoramos para cambiar nuestra actitud y entrarle junto con ellos. Fue difícil y muchas veces comenzábamos el día discutiendo o enojándonos, pero la constancia de mis papás fue clave en todo esto, además de su disposición a escuchar nuestros puntos de vista, opiniones, sugerencias e ideas de cómo crearlo e ir armándolo. Fue así como mi familia entró a esa nueva etapa de “reencontrarse” consigo misma; donde descubrimos la personalidad de cada miembro y cómo podríamos acoplarnos para funcionar. 
Fue un proceso de días, de meses y de años. Todos los días fueron diferentes; algunos, llenos de satisfacciones, y otros, llenos de lágrimas. Pero la constancia de mis papás, el escucharnos, y el anhelo de todos por reintegrar a nuestra familia fue lo que facilitó que este proyecto se convirtiera en nuestro muy peculiar estilo de vida, que sigue vigente hasta la fecha.

Cesia: Porque mis padres siempre se mantuvieron firmes. Era una decisión tomada y, aunque no sabían cómo lo harían y aunque recibieron muchas críticas y pleitos de parte nuestra y presión por la gente que los rodeaba, poco a poco lograron sacarnos adelante. 
Porque, desde que éramos chiquitas siempre estuvieron cerca y nos dieron confianza. Tengo muy grabada en mi mente una noche que estábamos todos en una recámara y ellos nos dijeron: “ustedes pueden confiar en nosotros. Tengan la confianza de venir y contarnos cualquier cosa que quieran. Nosotros vamos a estar aquí para escucharlas”. No me acuerdo cuántos años tenía, pero me acuerdo que se me quedó grabada esa escena en mi mente y mi corazón. Con el paso de los años y al entrar a la adolescencia, obviamente les ocultamos muchas cosas a ellos e hicimos cosas sin su permiso, pero cuando nos salimos de la escuela y nos enfrentamos a tener que comunicarnos de nuevo con ellos, creo que internamente recordé esas palabras… y creo que mis hermanas también lo hicieron. Poco a poco comenzamos a confesarles a mis padres lo que les habíamos ocultado y las cosas que habíamos hecho sin su permiso. Fue un tiempo muy especial de sanidad y de volver a crear una relación con ellos. Lo mismo pasó entre mis hermanas y yo. Comenzamos a reconciliarnos y crear lazos fuertes, convirtiéndonos en mejores amigas. 

¿Qué consejo le darías a un padre que no está seguro de tomar la decisión?

Priscila: Que piense solamente en sus hijos y en sus necesidades específicas. Que no se deje llevar por la presión externa de paradigmas, personas o modas, sino que piense en un objetivo a largo plazo: ¿qué quiero lograr?, ¿qué tipo de familia quiero tener?, ¿qué necesidades tienen mis hijos?, ¿de qué manera puedo satisfacerlas? Y una vez tomada la decisión, que camine con firmeza, sin temor, a pesar de las dificultades. Nunca es demasiado tarde.

Haniel: Lo animaría a que intente visualizar ese nuevo estilo de vida y todas las posibilidades que se le pueden abrir. Creo que no es una decisión que todos pueden tomar, pues se requiere desarrollar autodidactismo, dirección, paciencia, visión. Pero si su anhelo es no conformarse con lo que nos ofrecen las instituciones y formar personas con excelencia académica que explotan su potencial al máximo, con la educación en casa experimentarán un mundo nuevo lleno de posibilidades, de recursos, de situaciones nuevas que desarrollarán a su familia a niveles más altos de madurez y comprensión de la vida.
Vivimos en un tiempo en el que es necesario que personas valientes se levanten y tomen a sus familias para desarrollar personas productivas y útiles, con un pensamiento íntegro y consiente para impulsar un cambio positivo y trascendente en nuestra sociedad. 

Cesia: Esta decisión no es para todos. Tienen que estar bien seguros de lo que van a hacer. Tienen que estar convencidos y en mutuo acuerdo tanto el papá como la mamá. Que se mantengan firmes en la decisión que tomen y no vacilen. Que sepan que el objetivo principal es rescatar el corazón de sus hijos. Fortalecer lazos, fortalecer relaciones. Si eso se cumple, los conocimientos académicos y las demás cosas vendrán naturalmente. Creo que fue la clave que vimos en mis padres: la firmeza que mostraron y la confianza que nos dieron. 

Durante ese tiempo, nos dedicamos a adquirir herramientas básicas y necesarias, al mismo tiempo que aprendíamos cómo complementar nuestras habilidades y cómo trabajar en equipo:

1. Aprendimos todas las destrezas necesarias para administrar un hogar y un poco más, porque aprendimos a hacer algunas otras manualidades, como coser, bordar y tejer; al igual que algo de repostería.

2. Aprendimos destrezas para organizar eventos, enseñar a niños y a maestros de niños. Por varios años seguidos, nosotras tres organizamos cursos de verano y capacitamos muchos maestros aquí en Guadalajara y en otras ciudades.

3. Aprendimos inglés y música como parte de nuestra formación. Tuvimos algunos maestros particulares que venían a la casa a enseñarnos inglés, solfeo, guitarra, violín, y piano. Después, quienes mostraron más interés, tuvieron clases más en forma de los instrumentos de su elección.

4. Creamos una empresa familiar en la que, hasta la fecha, todas trabajamos y que produce un sistema audiovisual para el desarrollo humano integral dentro de las empresas: Sistema Eficaz de la Actitud

Cada una se fue “especializando” en su propia área, y con ayuda de mis papás, fuimos encontrando recursos que fortalecían nuestros intereses, pero que también, nos ayudaban a encontrar nuevas habilidades y talentos:

Priscila: Terminé mis estudios de inglés. Estudié algo de diseño gráfico por mi cuenta y trabajé en un taller como dibujante. Estudié gramática española por mi propia cuenta, y luego tomé varios cursos. Finalmente, me contrataron para dar clases de Gramática y Metodología en una universidad de idiomas y también di clases de español para extranjeros por mi propia cuenta. Actualmente me dedico a mi hogar y a mis tres hijos, quienes aprenden sin escuela. También tengo a mi cargo el área de creación de contenidos del SEA, a hacer traducciones y a escribir sobre aprendizaje sin escuela en este blog.

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Haniel: Acredité todo el bachillerato con el examen CENEVAL. Trabajé por 4 años como asesora de educación secundaria y preparatoria. Terminé un diplomado en línea de Bioética de la Universidad Libre de las Américas con sede en Chile, así como un diplomado en Primeros Auxilios de la Cruz Roja. He viajado a cinco países para dar clases tanto a niños como a adultos sobre la enseñanza y valores. Con estudios autodidácticos en historia, inglés y música, he dado clases a niños, jóvenes y adultos y he escrito varios artículos de investigación histórica, así como novelas biográficas. Me gusta componer, tocar la flauta y cantar, y a veces apoyo en algunas bandas musicales. Actualmente, mi esposo y yo trabajamos como fotógrafos independientes y soy la encargada del área de producción audiovisual en el SEA.

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Cesia: Terminé la secundaria con un sistema abierto e hice el examen CENEVAL para acreditar la preparatoria. En los primeros años de estar en la casa trabajé como secretaria de mi papá donde aprendí algo de administración y practiqué computación y mecanografía. En el 2000 iniciamos un proyecto haciendo materiales audiovisuales para las empresas; fue allí donde descubrí mis habilidades y gusto por las artes visuales. Tomé cursos de producción de video y después estudié sistemas computacionales en la universidad y aprendí programación y desarrollo web. Me contrataron en una empresa de desarrollo de software donde seguí aprendiendo otras habilidades. En el 2006 apoyamos un proyecto de video en Houston TX, donde conocí a mi esposo. Actualmente tengo un negocio de desarrollo web y diseño gráfico, y otro de repostería casera; además de asesorar en el área de producción del SEA. Tenemos dos niñas a quienes estamos educando sin escuela. 

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Nuestra experiencia es un caso muy particular, en circunstancias muy particulares. La decisión que mis papás tomaron era necesaria para las necesidades específicas de nuestra familia en ese momento específico. De ninguna manera puedo recomendar que todos deban hacer lo que nosotros hicimos, porque cada familia es diferente y cada una atraviesa por sus propios procesos. El elemento clave no es la escolarización ni la desescolarización. El elemento clave es el grado de compromiso y de disposición por parte de los padres a invertirse en la vida de sus hijos. Con o sin escuela, cada padre tiene la oportunidad de afianzar a su familia y de proveerles a sus hijos la mejor alternativa que ellos necesitan.

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