Carlos y Georgina Salazar (mis papás) escucharon de educación sin escuela por primera vez en 1994. En noviembre de 1996, finalmente, tomaron la decisión de no volver a llevar a sus hijas a la escuela.
Priscila (yo) tenía 18; Haniel, 15 y Cesia, 14. Y nos encontrábamos en la carrera de diseño gráfico, en la carrera de música, y en tercero de secundaria, respectivamente.

Ahora que soy mamá que educa sin escuela, y que veo la preocupación de otros padres en cuanto a este tema, puedo valorar la decisión que mis papás tomaron, desde otra perspectiva. Es por ello que decidí publicar esta entrevista que, yo espero, pueda traer inspiración y tranquilidad a quienes están atravesando por circunstancias similares.

¿Por qué decidieron sacar a sus hijas de la escuela?

Carlos: Porque descubrí que muchos padres estaban educando desde su hogar, lo que me mostró otra alternativa de formación de mis hijas. A mí no se me había ocurrido esa opción a pesar de que nunca estuve satisfecho con el sistema escolar, con los niveles de los contenidos académicos y su filosofía, ni con las técnicas de enseñanza y la calidad que resultaba de ellas, además de la calidad intelectual, moral y psicológica de muchos maestros.

Siempre invertí mucho tiempo en enseñar a mis hijas lo que no les enseñaban en la escuela, y en corregir lo que les enseñaban mal. Pero en cuanto me di cuenta que nuestro hogar podía ser la mejor opción para formarlas de una manera congruente e integral di el paso para hacerlo junto con mi esposa.

Georgina: Para mí como mamá siempre fue muy doloroso ver –especialmente a mi hija mayor– que le costara tanto trabajo quedarse en la escuela. Se quedaba llorando, y yo también me iba llorando.
La segunda hija, aunque era una niña más fuerte, también sufría presión aunque de otras maneras. Muchas veces las maestras no llegaban a conocerla realmente cómo era, no entendían su forma de ser, la presionaban mucho y la acusaban de cosas que no eran verdad. A mí, obviamente, eso me enojaba mucho. Me sentía impotente.

Por otro lado, todos los días teníamos pleitos a la hora de las tareas. Yo no me sentía capacitada para ayudarlas y sólo me desesperaba. Aunque toda esta situación me causaba mucho dolor, yo no veía otra opción, pues el paradigma de la escolarización era algo muy fuerte y no se nos ocurría que pudiera existir otra manera de hacer las cosas.
Cuando ya estaban más grandes y conocimos a familias que educaban en casa, fue la respuesta que estuvimos buscando por años. Estábamos felices porque por fin lo habíamos encontrado. Aunque mis hijas ya estaban grandes, nosotros pensamos que su educación era prioridad y no nos importó sacarlas de la escuela.

¿Qué pensaban de cómo lo tomarían sus hijas?

Carlos: Yo pensé que estarían de acuerdo porque tampoco estaban satisfechas con la escuela, salvo por las relaciones de amistad probablemente. Pero nunca me preocupó ese punto. Nosotros como padres habíamos procurado estar muy cerca y tener una buena comunicación con ellas y pensábamos que de esa manera podíamos salvar cualquier obstáculo.

Georgina: A mí no me preocupó, porque al momento de que mi esposo tomó la decisión, nos dio seguridad. Supo explicarnos, supo guiarnos. Él marcó la pauta de lo que debíamos hacer.

¿Qué tipo de dudas experimentaron?

Carlos: Las dudas eran sobre cómo hacerlo y cómo comenzar. También tenía la duda de qué pensaban mis suegros de esa decisión (mis padres ya habían fallecido). Así que fui y pedí la opinión y consejo de mi suegro, un hombre culto y objetivo quien me dio su apoyo y aprobación.

Georgina: No sentía dudas, pero sí sentía algo de tristeza y enojo por el poco apoyo, el rechazo y el juicio que recibimos de gente que ocupaba un puesto de autoridad o de influencia en nosotros. Constantemente cuestionaban o “evaluaban” a mis hijas para ver si ellas estaban de acuerdo con esta decisión.
Más que intimidarme por sus “predicciones” de lo mal que nos iba a ir, sentía más fuerza de hacer lo que yo sabía que era lo correcto y que era lo mejor para mis hijas. Esto nos animó a ser más diligentes, y con el paso del tiempo vemos que todo se convirtió en un beneficio.

¿Cómo reaccionaron sus hijas?

Carlos: Lo tomaron bien, de hecho se despidieron de sus maestros y compañeros, les sugerimos que escribieran cartas explicando su partida.

Georgina: Bien. Al principio hubo desconcierto, especialmente en la cotidianidad. A veces había rebeldía y muchas fricciones ya cuando nos dimos cuenta de que nuestra realidad era vivir bajo el mismo techo las 24 horas del día. Tuvimos que aprender a conocernos, a trabajar en equipo, a amarnos.

¿Por dónde comenzaron?

Carlos: Por sacarlas de la escuela en cuanto tomamos la decisión, de hecho no teníamos un plan específico, salvo el conseguir un material como plan de estudios que ya existía en inglés pero estaban apenas comenzando la traducción al español, por lo que tardó meses en comenzar a llegarnos.

También fortalecimos nuestra relación con las familias que habíamos conocido que educaban en casa y procuramos asistir a reuniones y seminarios de ese grupo. Eso nos ilustró mucho al darnos cuenta de que en realidad cada familia era diferente y tenía intereses y metodologías muy particulares. Pero pudimos observar que había una gama de posibilidades y de herramientas prácticamente infinita.
Eso nos afirmó en nuestros objetivos particulares y nos ayudó a buscar y a descubrir nuestras propias herramientas.

Georgina: Nuestro enfoque era la madurez en todas las áreas. Comenzamos con lo más básico, como aprender a limpiar la casa, a cocinar, a saber comprar despensa, a tener una buena actitud. Fue difícil darnos cuenta de que carecíamos de las destrezas más elementales, pero fueron buenas oportunidades de aprendizaje.

También comenzamos a resolver conflictos internos que teníamos desde tiempo atrás, debido al distanciamiento que la escuela había producido. Ese tiempo fue de mucha reflexión, de mucha sanidad. Hablábamos mucho con ellas, procurábamos entender lo que había dentro de su corazón. Buscábamos la manera de comunicarnos. Les contábamos nuestras propias experiencias y nuestras propias luchas. Las escuchábamos y muchas veces terminábamos llorando. Buscábamos conexión todo el tiempo. Ellas tomaron muchas decisiones importantes voluntariamente, como el no querer involucrarse sentimentalmente con ningún muchacho hasta que estuvieran listas para casarse.

Uno de los momentos que recordamos con mucho cariño todas, es el de estar en la cocina haciendo pan y traduciendo biografías. Mientras unas amasaban, otras buscaban palabras en el diccionario. El ejercicio de traducir nos servía para practicar inglés, y escogimos biografías porque sus vidas nos inspiraban mucho. Tenemos muy presente la de Joseph Merrick (el hombre elefante), e incluso, todas relacionamos el olor de la levadura con esos tiempos de unidad, en los que pasábamos horas platicando, reflexionando, aprendiendo, fortaleciendo nuestra relación, amándonos. No era tan importante el objeto de aprendizaje, sino el tiempo que pasábamos juntas, lo que estaba sucediendo en nuestro corazón.

¿Qué retos enfrentaron?

Carlos: Comenzaré por los menos difíciles, los externos:
En ese tiempo yo era presidente del consejo de administración de la secundaria (reconocida por la SEP como una de las mejores en Guadalajara) donde dos de mis hijas estudiaban. El que nosotros nos retiráramos, podía traer un desprestigio a la misma, así como confusión en padres de familia y alumnos. Esto lo resolvimos explicando lo personalizado de nuestro objetivo muy particular de lo que queríamos lograr como familia con nuestras hijas y su educación, el cual no podía cubrir el currículo de la escuela.

Nuestra otra hija acababa de entrar a la universidad y yo tuve una gran decepción al ver lo atrasado, obsoleto y largo del plan de estudios de su carrera, lo que contribuyó a que la dejara.
Recibimos algunas críticas y “malos pronósticos” tanto de amigos como de parientes y maestros, algunos nos hicieron sentir que estábamos siendo muy observados para ver cuándo fracasaríamos.
También mis hijas eran cuestionadas ocasionalmente por adultos que trataban de “arrancarles una confesión de sentirse secuestradas y apartadas del mundo”. Pero ellas siempre tuvieron respuestas que los dejaron sorprendidos y a mí muy orgulloso.

Los retos más difíciles fueron los internos:
Mi objetivo como padre y junto con mi esposa ha sido FORMAR a mis hijas en una familia muy fuerte, sólida y unida para ser competentes en este mundo e impactarlo dejando cada una su legado que contribuya al desarrollo y mejoramiento de la sociedad, comenzando por su propio bienestar de cada una. Obviamente este objetivo trasciende la educación académica.
El mantener mi objetivo congruente con principios y valores que lo sustenten en una sociedad tan carente y cambiante de los mismos, con el desarrollo acelerado de la ciencia y la tecnología que demandan flexibilidad y pluralidad de pensamiento al mismo tiempo, ha sido muchas veces muy difícil.

También fue muy difícil desde el primer día que nos levantamos de madrugada para comenzar nuestro nuevo plan de formación, darme cuenta que en realidad nuestra comunicación familiar tenía muchas carencias, no era tan buena como yo había creído.
No nos comunicábamos con profundidad, había secretos y algunos resentimientos entre nosotros, por lo mismo no había una plena libertad para conocernos a fondo y crear una atmósfera de confianza y seguridad familiar.
Aprendimos a pedir y dar perdón y a comunicarnos con libertad y profundidad, lo que nos fortaleció grandemente en amor y solidez familiar hasta la fecha. Eso nos tomó los primeros meses.

Georgina: Mi incapacidad intelectual. Yo no terminé una licenciatura y tampoco fui buena en ciencias (matemáticas, biología), pero en el tiempo en que tomamos la decisión de sacar a nuestras hijas de la escuela, ya contábamos con muchos recursos y personas capacitadas que nos ayudaron y apoyaron en su capacitación. Y creo que estamos viviendo una era de mucha tecnología, donde podemos solucionar cualquier duda y encontrar todas las respuestas en internet sin necesidad de todos los libros que requeríamos consultar en nuestros tiempos escolares.

Pero en lo que se refiere al reto de estar 4 mujeres, 24 horas al día en la misma casa, poniéndose de acuerdo, fue realmente enriquecedor y me ayudó a descubrir muchas cosas buenas que no conocía, como el que podíamos disfrutar mucho estando juntas.

¿Cómo lograron mantenerse durante todo este tiempo?

Carlos: Creo que al ser honestos con nosotros mismos en reconocer nuestras debilidades y fortalezas, apoyándonos mutuamente basados en respeto, confianza y amor.
Manteniendo claro y congruente el objetivo de que nuestra familia y su bienestar es lo primero.
Buscando nuestro propio desarrollo fomentando auto aprendizaje y trabajando por ello.
Reconociendo nuestros errores y corrigiéndolos.

Georgina: Reconociendo nuestras debilidades y errores, y continuar caminando en lo que queríamos para nuestra familia: su formación y aprender a tener una buena relación entre nosotros.

¿Qué consejo les darían a otros padres?

Carlos: Que definan bien qué quieren para su familia. Esto no depende de los planes de estudios de los sistemas educativos, depende de su corazón de padres y el amor por sus hijos. Esto implica invertirse seriamente en ellos con toda su vida.

Dependiendo de la visión que tengan, entonces podrán buscar las herramientas adecuadas para lograrla.
Que se mantengan congruentes consigo mismos al costo que sea y ganen la confianza de sus hijos por el respeto y amor hacia ellos. Caminar sin rumbo o por lo que otros dicen aunque sean la mayoría, es lo más peligroso que pueden hacer con sus vidas y las de sus hijos.

Encontrar las herramientas académicas y aplicarlas en la familia, así como lograr las certificaciones oficiales de estudios es lo más fácil de obtener actualmente. Eso no debe preocuparles ya que será natural su desarrollo cuando lo anterior sea debidamente establecido como fundamento y motor de su vida.

Georgina: Que no tengan miedo, sobre todo de las críticas o miradas de las personas que los rodean y cuestionan. Lo importante es estar de acuerdo como padres, platicar y llegar a puntos que coincidan en cuanto a (como es) su familia. Para mí lo más importante fueron mis hijas, lo que ellas estaban batallando con la presión de grupo y lo que como familia quisimos lograr y formar en ellas.
La verdad que nunca me he arrepentido de haber tomado ese paso, y mientras más pasa el tiempo menos me arrepiento. Cuando puedo lo recomiendo ampliamente. Me duele mucho ver a niños que están sufriendo en la escuela por el sistema, malos compañeros o malos maestros. Pienso que la prioridad en nuestras vidas como padres, son nuestros hijos, sus vidas tan valiosas, ¡¡sus corazones!!

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11 comentarios sobre “Entrevista a una familia que dejó la escuela cuando sus hijas eran adolescentes (primera parte)

  1. Muchas gracias por compartir este tremendo testimonio, me hizo un nudo en la garganta al leer los retos que enfrentaron, yo también he encontrado algunos de ellos pero la bendición de ver a mi hija de ocho años, tranquila, relajada con el deseo de aprender y no sentirse obligada, me indica que vamos caminando bien. Juana Estévez F.

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  2. Gracias por compartir esa experiencia de vida, mi hijo de 8 años ha estado más de la mitad de su corta vida en la escuela, mientras fue el preescolar era pasable, aunque siempre iba retrasado a lo que los otros niños podían hacer, y siempre hubo que apoyarlo mucho y cuando pasó a primaria fue el acabose, pasamos por todo tipo de descalificaciones de parte de las maestras, tareas interminables, malos resultados, terapias, hasta que decidimos romper con todo esto, parar el sistema y sacar a mi hijo de ahí, aún tengo dudas, aún hay días en que no tengo claro el camino pero escuchar testimonios de familias que comparten tan buenas experiencias como ustedes ayuda y mucho!!!

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  3. Qué bueno Maribel, me alegro mucho que hayas sido sensible a tu chiquito!!Yo me acuerdo cuando Pris entró a la secundaria, se enfermó de hepatitis, y presiento que mucho se debió a la presión por la que vivió en ese tiempo. Y yo no quería darle “atención” a sus quejas de sentirse mal, porque creía que solo era porque no quería ir a la escuela. Hasta que me dijo “una niña en la escuela me dijo que tengo los ojos amarillos” …Yo enseguida reaccioné y la llevamos al doctor y allí fue donde nos dimos cuenta que efectivamente estaba enferma y muy presionada.Ahora pienso que no debimos haber pasado por sufrimiento, si hubiéramos sido más sensibles y conscientes de que cada hijo tiene necesidades diferentes.

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  4. Felicidades por su valiente decisión.Yo escolarice a mi hijo con 3 años (siguiendo el modelo tradicional que se lleva ahora) pensando en la mal entendida “socializacion” y creyendo que era un bien para el, que iba a ir en plan lúdico, a jugar con otros niños.La primera semana genial.La segunda semana fue de lloros y berrinches que yo no supe interpretar correctamente (mi hijo me estaba lanzando un mensaje) y, haciendo caso a la opinión de los “expertos” le deje allí por “su bien” ???Y los niños, que son sabios, intentan comunicarse de muchas formas. Si unas no dan resultado, prueban con otras.Y así el comportamiento de mi hijo dio un cambio radical y se convirtió en un niño irritable, nervioso, enfadado…Menos mal que ahí ya comprendimos lo que nos estaba queriendo decir. Si hubiéramos seguido sin escucharle quien sabe que incluso habría caído enfermo para hacerse oír.Estuvo dos meses en el colegio. Ahora aprende en casa y a su ritmo.Gracias por compartir vuestra experiencia.

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