Fragmento del libro Unschooling: a lifestyle for learning
Traducción de Priscila Salazar
Los niños pequeños ansían y necesitan tener interacción directa con el mundo físico, lo cual significa cantidades generosas de libertad para tocar, saborear, oler, escuchar y ver. El juego libre introduce al niño en la observación científica (es decir, curiosidad y exploración).
Con el deseo de brindarle a su hijo una ventaja temprana, los padres pueden cometer el error de enfocarse en materias académicas abstractas antes de que el niño haya tenido suficiente experiencia explorando el mundo físico y concreto, y absorbiendo conceptos por inmersión.
En una sociedad alfabetizada, un niño no puede evitar observar las letras y los números. Los niños desean entenderlos. Aprenden matemáticas y lectura por etapas. Atraviesan una jerarquía de comprensión. Por ejemplo, un niño pequeño que está aprendiendo rápidamente a comunicarse, desarrollará una conciencia de los símbolos numéricos y alfabéticos. Puede que suceda mientras uno de los padres le lee, mientras ve la televisión o mientras juega con juguetes y libros, etc. Un niño debe aprender primero a reconocer las letras y los números antes de aprender a leer palabras, a calcular problemas matemáticos, a dominar la lectura de comprensión y a realizar cálculos más complicados con aplicación al mundo real.

Debido al énfasis que comúnmente se le da al aprendizaje académico por encima del juego imaginativo, los niños aprenden los números, las letras, a reconocer palabras y a contar, a edades cada vez más tempranas. Sin embargo, esto no significa que el niño realmente comprenderá el lenguaje escrito y los conceptos matemáticos más pronto que uno que no aprendió el ABC y el 123 siendo tan pequeño. A medida que los niños se acercan a la edad de jardín de niños y preescolar, los padres pueden sentir la presión de cumplir con el aprendizaje temprano oficial y los avances correspondientes a cada etapa de desarrollo; pero si respondemos a esta presión intentando coaccionar a nuestros pequeños para que logren esas metas, nos arriesgamos a transmitirles esa misma presión.
Young children crave and need direct interaction with the physical world. That means generous amounts of freedom to touch, taste, smell, listen, and watch. Free play introduces the child to scientific observation (a.k.a. curiosity and exploration).
From a desire to give children an early advantage, parents may make the mistake of focusing on abstract academic subjects before a young child has had sufficient experience exploring the concrete, physical world, and absorbing concepts through immersion.
In a literate society, a child cannot fail to notice letters and numbers. Children want to understand them.
Children learn math and reading, for example, in stages. They traverse a hierarchy of understanding. For example, a very young child, rapidly learning to communicate, will develop awareness of numeric and alphabetic symbols. This may happen while a parent reads to the child, while watching television, while playing with toys and books, etc.
A child must first learn to recognize letters and numbers before learning to read words and calculate mathematical problems, and before moving on to read with understanding and perform more complicated computations with real-world application.
With the conventional emphasis on academic learning over imaginative play, children learn numbers, letters, word recognition, and counting at increasingly young ages. This does not, however, imply that a child will actually comprehend written language and mathematical concepts any earlier than a child who didn’t learn the ABCs and 123s at as young of an age.
As children near preschool and kindergarten age, parents may begin to feel pressure to meet official early learning and developmental milestones. If we respond to this pressure by attempting to coerce our young children into accomplishing these goals, we risk passing on that pressure to our children.