Cuando entré a primer grado, allá por 1977, aprender la letra cursiva era imprescindible. En Argentina y en aquella época (no sé cómo será ahora), hacías toda la primaria con tu letra cursiva a cuestas, estaba prohibido escribir en imprenta. Y ya en la secundaria vos elegías qué letra usar. Y bueno, yo crecí con la convicción de que no saber escribir o leer letra cursiva era lo más próximo al analfabetismo =)
Pasaron muchos años, y a mis 33 estrené mi maternidad con Gaia.
Cuando ella tenía 3 años tomamos con mi pareja la decisión de educar sin escuela (claro, en ese momento no sabía que la escuela no es sólo un edificio, sino que es un paquete de ideas y de mecanismos que llevamos dentro, muy muy enraizados en nuestro cerebro y en nuestras emociones).
A los 4 años Gaia ya leía y escribía. ¡Pero no por mérito mío!! Sino porque aprendió mucho antes de lo que yo esperaba. Esto la libró de mis clases «amorosamente planificadas», y a la vez me enseñó que el aprendizaje es un proceso muy diferente a lo que yo me imaginaba. Aprendió a leer y a escribir en letra imprenta porque, obviamente, todo cuando nos rodea –carteles, libros, letreros– está escrito en imprenta. Todo muy hermoso… pero yo sentía que DEBÍA enseñarle a escribir con letra cursiva; sentía que su aprendizaje estaba incompleto, que no iba a estar a la altura, que sería una semi-analfabeta!!!
Preparé un alfabeto móvil de letra cursiva. Y una mañana se lo presenté y le expliqué de qué se trataba. Gaia tenía 5 años.
Lo odió. Ni me dejó terminar mi explicación tan didáctica y me dijo que no le gustaba esa letra, que era difícil y que ella quería seguir escribiendo con la otra letra.
Fue una batalla de voluntades durante una semana, hasta que decidí escuchar mi voz interior que me decía que dejara en paz a la pobre criatura y no echara a perder lo que con tanto cuidado había logrado: mantener intactas su curiosidad y sus enormes ganas de aprender y experimentar.
Así que, con determinación pero llena de dudas, abandoné la misión de enseñarle a leer y a escribir en cursiva.
Pasaron los años. Gaia aprendió a expresarse muy bien en forma escrita, con coherencia y riqueza de vocabulario, y lo que es más importante, disfrutando de la escritura y comprendiendo que es un medio muy poderoso y eficaz para comunicarnos con los demás.
Si bien yo había descartado la enseñanza de la letra cursiva, en esos años transcurridos le compré tinta china y plumas con puntas diferentes y le enseñé a hacer trazos redondeados, muy parecidos a los de la escritura en cursiva. A ella le fascinó escribir con tinta china y pasó mucho rato haciendo trazos. Hasta inventó una «letra de ángel» que es la letra de imprenta con terminaciones redondeadas y adornadas. Su mano se iba soltando cada vez más, y a medida que pasaban los años ella desarrollaba mucho más su motricidad fina y por lo tanto tenía un mayor dominio de sus trazos.
A mediados del año pasado ocurrió algo muy curioso: estábamos en la cocina, yo tenía abierto un cuaderno de recetas que voy recopilando, todas escritas en letra cursiva (que es la que casi siempre utilizo). Ella quiso leer lo que decía pero no pudo. Entonces me pidió que le enseñara a leer letra cursiva, aclarándome que ¡no tenía ninguna intención de aprender a escribirla! …jeje
En una semana estaba leyendo perfectamente todas mis listas, notas, recetas y demás escritos.
Pero lo más alucinante ocurrió hace como un mes, una mañana en que me dijo que quería escribir en cursiva porque le parecía una letra muy bonita y elegante =)
Tenía que hacer una actividad, y decidió escribir el texto en cursiva. Lo hizo como le pareció y me lo mostró. Charlamos acerca de cómo se «enganchan» las letras. Me pidió que le escribiera el alfabeto en cursiva, mayúscula y minúscula. Y a partir de ese momento, se obsesionó con el tema y no paró en los días que siguieron. Daban las 10 de la noche y ella seguía transcribiendo los cuentos que más le gustaban, practicando y practicando.
A sus 9 años, sabe leer y escribir letra cursiva muy bien, y le llevó menos de un mes de su vida aprender a hacerlo
Sin lugar a dudas, el aprendizaje es un proceso interno que sucede cuando está la motivación (escritos de mamá en cursiva), la necesidad (quiero saber lo que ella escribe, y quiero saber escribir esa letra tan bonita) y un genuino interés por adquirir ese conocimiento en particular.
Fue una de mis mejores experiencias educando sin escuela.

Laura Castellaro educa en casa a sus dos hijas que nunca han ido a la escuela. Le encanta hacer actividades y materiales muy creativos con ellas, lo que la ha llevado a compartir todas esas ideas con los papás que han decidido seguir por este camino también. Puedes ver todo lo que ella ofrece en su web: Aprende con ALAS.

Si deseas conocer más sobre
este estilo de vida,
no te pierdas mi libro:
AprendizajeSupraescolar.
Muchas gracias a todas por tomarse el tiempo de comentar. Y gracias a ti, Laura, por compartirnos tu experiencia. Para mí es muy inspiradora y tranquilizadora, y creo que para muchas mamás también.
Es un honor tenerte en el blog. ¡Gracias!
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Gracias a vos, Priss, por invitarme. Te admiro mucho y y es un honor poder escribir como invitada en tu sitio ❤
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Me encanta la entrada! me pasó algo muy similar, pero en mi caso, como yo nunca aprendí a escribir en letra cursiva no le veía el caso. Mi hija nunca aprendió a hacerla, y justo a sus 8 años me pidió que le enseñara. Ahora la usa, si bien, no todo el tiempo, cuando ella quiere y dice que le parece más elegante. Yo misma no entiendo la fasinación que hay hoy en día por que los niños desde los 3 años aprendan la cursiva. Todo llega en su tiempo y cosas como estas definitiamente es inútil forzarlas.
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Diana, qué bueno lo que contás. Tu experiencia confirma hasta qué punto trasladamos nuestra propia escolarización a los hijos; en mi caso el machaque de la cursiva cuando niña, hizo que entrara en pánico cuando mi hija se negó a aprenderla; en tu caso al no haber recibido esa presión en la escuela, no le diste ni la menor importancia. y tu hija igual quiso aprenderla cuando tuvo la necesidad de hacerlo!!
Te mando un abrazo, muchas gracias por comentar!
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Gracias Laura por contarnos esta experiencia, y gracias a Priss por ofrecerla desde su espacio.
Es de mucha ayuda lo que nos cuentas porque creo que a casi todas nos ha pasado con alguna materia en concreto. Si bien nuestro instinto nos dice que esperemos y respetemos los ritmos, nuestras inseguridades se encargan de llenarnos de dudas.
Y experiencias como la que cuentas nos dejan más tranquilas.
Saludos
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Exacto Maribel!! Cuando realmente conectamos con los chicos, sabemos perfectamente qué necesitan, y cuándo lo necesitan. Priss nos habla siempre de la enorme importancia de esa conexión, a mí ella me ha ayudado mucho a entender que de esa conexión con ellos parte absolutamente todo lo demás.
Lo que pasa es que cuando los hijos son peques y tomamos decisiones cuyos resultados veremos a largo plazo, nos da un miedo tremendo, por más conexión tengamos con ellos y por más instinto que nos diga que estamos en lo correcto! Pero es cuestión de confiar =) Abrazos hermosa!
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Para leerlo y no olvidarlo, yo andaba necia en que Carlos memorizara las tablas de multiplicar, pues según yo ya habíamos trabajado suficiente con materiales manipulables, con series, y con calculadora, regletas y absolutamente todo lo que se te ocurra, hasta que me dí cuenta de que era obsesión mía originada por el pensar que todos los demás niños ya lo hacen y él debiera hacerlo … ahora que ya lo dejé en paz se las esta aprendiendo solo para poder dividir. Gracias por compartir tu experiencia Laura, saludos
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Juli!!! ay con el tema de las tablas!!! otra cuestión con la que recibimos mucha presión por parte de la gente que nos rodea… Con Gaia estoy en la misma etapa que tu Carlos, ella ahora está memorizando las tablas porque le agarró el gustito a las multiplicaciones (y he de confesarte que tiene una app de multiplicaciones que es como un juego por tiempo, y como le da puntos cuanto más rápido las hace, no le servía eso de sumar entonces las aprendió sin darse cuenta). Te/les mando un gran abrazo!
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Algo similar me pasò con mi hijo menor, hoy de 5 años. Infructuosamente tratè de enseñarle màs no sea las vocales pero no habìa caso, refunfuñaba con cada actividad por muy lùdica que se la presentara. Finalmente fue gracias al deseo de escribirle una carta al gatito de la familia que tristemente nos abandonó que me pidió aprender a escribir y hoy por hoy si bien le cuesta un poco escribir por sí mismo o elaborar palabras por sus sonidos, identifica las letras y escribe todo el tiempo, a veces solito como le sale, otras con mi ayuda cuando me lo pide. Sacarse uno mismo el chip mental escolar, estoy comprobando que es el verdadero desafío del educarse en casa jajajaja
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Paula, tenés toda la razón, el chip escolar lo llevamos nosotras, no los chicos, y mucho menos a los 5 años.
Es mucha la presión que existe en nuestra sociedad (maestros y padres, familiares y vecinos) para que tus hijos aprendan a leer y a escribir lo antes posible. Tenés escuelas en las que a los 3 años ya están haciendo planas de las letras, un verdadero horror. Tenemos que ser fuertes ante esta presión y observar a nuestros hijos. Ellos van a dar claras señales cuando quieran aprender a escribir y a leer.
Emilia Ferreiro, una pedagoga argentina genial, discípula de Piaget, decía que es tan malo tratar de enseñar algo a un nene cuando no lo pide, que negarle el aprendizaje cuando lo está pidiendo. Por eso no podemos hablar de edades, sino de una real necesidad de aprender.
Te mando un abrazo, gracias por comentar!
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