Estos últimos días han sido de muchos descubrimientos, de ver el resultado de lo que hemos sembrado como familia, en mis hijos.

Hoy en particular tuve que hacer un trámite burocrático de ésos que toman todo el día, filas interminables, etc. Fui equipada con agua, fruta y un par de libros; mis hijos por su parte llevaron libros, cuadernos, colores y legos pues sabían que era mucho tiempo en un lugar aburrido.

Llegamos y había muchos niños pequeños, unos fastidiados, otros corriendo y gritando, unos más llorando… María (9) volteó a verme con cara de «¡qué caos!» y sin decirme nada sacó de su mochila un cuaderno, colores y se paró en medio de la sala y dijo con voz fuerte: «el que quiera hacer una actividad con colores venga conmigo». En automático todas las miradas fueron hacia ella: los niños desconcertados ¡y las mamás incrédulas!

Mágicamente, ese lugar de ambiente hostil se volvió cordial. Estuvimos más de cuatro horas y cada niño que llegaba se unía al juego. Después de un rato se dividieron los grupos según sus intereses: ¡había una cuenta cuentos y un taller de legos!

Cuando nos fuimos le pregunté por qué lo había hecho, y me dijo de lo más normal que es muy aburrido estar en un lugar así, especialmente siendo pequeño; y si ella podía hacer que esos niños pasaran el rato de una forma divertida, TENÍA que hacerlo. «¿Te imaginas que yo hubiera coloreado sola y todos me vieran?, ¡qué feo!, ¿no crees?»

Es increíble ver cómo tenemos en nuestras manos el poder de educar seres humanos generadores de cambios significativos.

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Éste es el relato que hace unos días una mamá compartió en en el grupo de la comunidad de ALAS. Casualmente, esa mamá es mi prima Cassandra, hija del hermano de mi papá. Conozco bien a sus hijos y sé que son niños abiertos, sociables y muy cariñosos. Sin embargo, leer su relato me conmovió profundamente y me llenó de mucha alegría y mucha admiración por el trabajo que Cass y Gabriel están haciendo en las vidas de sus pequeños.

En especial, algo que me sorprende y me causa curiosidad es entender cómo una niña de 9 años que solamente tiene un hermanito varón cuatro años menor que ella, y que no tiene un grupito de mejores amigas (como la mayoría de las niñas que van a la escuela), no solamente no se siente sola o necesitada de compañía, sino que es una niña tan plena y feliz ¡que puede transformar por completo la actitud de más de 60 personas por cuatro horas!

Pensando en eso, decidí pedirle a Cass que me revelara sus secretos. Su respuesta me gustó tanto, que ahora la comparto contigo:

¿Por qué tu hija es tan plena y feliz?

¡Nunca me habían preguntado eso! Ni siquiera me había detenido a analizarlo. Hablaré sólo como mamá y no como vocera de mi familia, desde mi experiencia.

Soy hija única y desde que tengo memoria, cuatro de cada cinco personas a las que conocía me hacían las mismas dos preguntas: «¿Qué se siente ser hija única? ¿no te hacen falta hermanos?» Y yo siempre respondía lo mismo: «No sé qué se siente ser hija única porque no tengo hermanos y no, no me hacen falta hermanos».

No tengo un punto de comparación para decir «qué se siente». Sólo sé que no me hicieron falta hermanos. Obviamente, fantaseaba con una hermana mayor o un hermanito pequeño, pero como cuando juegas a los piratas, no porque lo necesitara.
Nunca he sido muy «amiguera», pero tuve un par de amigas en la infancia y muchos primos para jugar. Sin embargo, la verdadera razón por la que no me hicieron falta hermanos es porque en mi casa tenía todo. Mis papás se aseguraron de que todo lo que yo necesitaba, en todos los aspectos de mi vida, estuviera suplido por ellos.

Plenitud y felicidad son dos conceptos muy complejos, cada uno tenemos una percepción distinta de ellos y de la vida misma. Totalidad, integridad, satisfacción y apogeo son algunas palabras con las que la RAE los describe. Yo diría que es vivir con la certeza de que no te falta nada.

Como mamás tenemos la responsabilidad y el privilegio de educar a nuestros hijos y sembrar en ellos las bases para que sean seres humanos plenos. Suena bastante complicado lograr que nuestro hijo viva con la certeza de que no le falta nada, pero sólo es trabajo 24/7.

Construir es la palabra. Observas, escuchas y construyes. Te detienes y vuelves a observar, sigues construyendo.
Cuando este lazo es tan fuerte que tu hijo se siente seguro, amado, acompañado y comprendido, no necesita sentirse aceptado. Habrás construido dentro de él una estructura tan sólida que será capaz de relacionarse tanto con personas que lo acepten como con las que no lo acepten, pues sabrá que eso no depende de él. Sabrá socializar a todos los niveles sin poner en duda quién es.

Yendo a la vida práctica, no existe el manual «fortalece la conexión con tu hijo en 7 sencillos pasos» pero puedo compartir algunas de las cosas que yo hago con mis hijos que han sido importantes para crear el famoso lazo:

Escuchar

Para mí ha sido crucial escuchar todo lo que tienen que decirme; escucharlos con atención e indagar si es necesario. Están tan acostumbrados a esto, que de pronto estoy en el celular haciendo algo y llega mi hija (9) a preguntar algo y respondo con un monosílabo o con un gesto y me dice: «mejor espero a que termines porque no tengo toda tu atención, ¿verdad?» O hacen bromas entre ellos (mi otro hijo tiene 5) como: «Iba a preguntarle a mamá si puedo comer otro dulce pero mejor cuando esté hablando por teléfono».

Nunca dejar de observarlo

Es tan importante saber qué tipo de sangre es como cuál es su mayor miedo, por qué confunde el nueve con el seis, por qué no ha sonreído en toda la mañana, por qué no se le han caído los dientes y por qué ya no quiere ir a jugar con el vecino.
El único camino para conocerlo con la profundidad correcta es creando un lazo inquebrantable: que sepa que nadie lo ama, lo entiende, lo escucha y lo acompaña más que tú.
Eres su enlace con el mundo, la forma en que lo percibe y lo afronta la está aprendiendo de ti. Asegúrate de que tu conexión sea tan fuerte que pueda decirte cualquier cosa, asegúrate de ser la primera persona a la que recurra cuando necesite algo, asegúrate de ser la mamá que quieres ser.

No basta con amarlo: tenemos que observarlo, escucharlo, conocerlo tan profundamente que tengamos la respuesta precisa a cualquier pregunta, a cualquier situación, a cualquier problema. Para poder guiarlo correctamente necesitamos saber quién es, qué quiere, qué le apasiona, cómo aprende.

No dejar pasar ningún conflicto sin platicarlo y resolver entre los involucrados la situación

Sea que se pelearon por unos colores, que no quieren comer arroz o que un niño en el parque se burló de ellos.
Cuando están involucrados otros niños, yo sólo hablo con los míos (cada quien que eduque a los suyos), y platicamos qué fue lo que pasó, cuál creen que es la manera de solucionarlo y por qué. Me parece muy importante resolverlo en el momento pues son pequeños y se olvidan de las cosas fácilmente, si dejamos que pase el tiempo quizá ya no recuerden cómo fueron las cosas y el aprendizaje que pudimos obtener de la situación, se pierda.

Involucrarte activamente en sus gustos e intereses

Sí, saber los nombres de los personajes de sus caricaturas o de su juego favorito para poder hablar en su idioma. Te sorprenderías de todo lo que sé de Nexo Knights, Jorge el curioso y la última actualización de Pepi Super Store. Es padrísimo estar una tarde trabajando en tu proyecto mientras tu hija juega con su amiga y de repente dice: «En la última versión, los patines de Pepi son de cuatro ruedas, ¿verdad mamá?»

Nunca minimices sus intereses. Para él son importantes y deben serlo, genuinamente, para ti también. Tómalos como algo propio, investiga y acompáñalo a descubrir todo lo que puedan sobre ese tema. Mi hijo despierta buscando sus legos y se duerme con un robot en la mano. Tomamos en serio ese interés y lo llevamos lo más lejos que podemos en este momento. Ahora está asistiendo a una escuela de robótica con metodología lego y cada que voy a recogerlo, la maestra me dice que tiene habilidades sorprendentes. Si no nos hubiéramos detenido a observar lo que le apasiona, muy probablemente esa habilidad que tiene no la podría explotar con toda su capacidad.

Propón actividades que los hagan brincar de emoción, juega con ellos. También déjalos que entren a «tu mundo». Contesta todo lo que pregunten aunque a veces no entiendan.

Haz que sepan que su familia es lo más grande que tienen, involúcralos en cada momento

Tu familia es el primer espacio en el que aprenden a socializar. Si las cosas funcionan correctamente al interior de ella, tus hijos estarán listos para salir y convivir sanamente con cualquier persona. Si en su casa están todas sus necesidades suplidas (desde nutricionales hasta emocionales), no saldrán a buscar compañía o aceptación. Saldrán a compartir con los demás todo lo que tienen para dar.

Después de todo esto, creo que puedo responder que mi hija es plena y feliz porque encuentra en cada miembro de su familia todo lo que necesita: unos papás que conscientemente trabajan para lograrlo y un hermanito que la ama y la admira.

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Cassandra Salazar es mamá de dos niños (9 y 5) que nunca han ido a la escuela debido a que su esposo y ella desean ser los únicos responsables de la educación integral de sus hijos. Para Cass, ésta es la decisión más gratificante y acertada que ha tomado en la vida. Aunque al principio fue difícil por las opiniones externas, el haber permanecido firme hoy la hace la mamá más orgullosa por lo que ve construido en ellos.

Si deseas saber más sobre cómo comenzar estilo de vida, y quieres sentirte acompañado en el proceso, únete al taller online para papás.

Un comentario sobre “Las sorprendentes habilidades sociales de los niños que no van a la escuela

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